Mar Castells, heredera de la filatura Punt i seda, no es ni quiere ser una chica convencional. Pasea sola por el cementerio, y espera la llegada de un príncipe azul a quien entregarse en cuerpo y alma. La pasión auténtica que gobierna su vida acabara por destruirla...
Pero no es la primera vez que esto sucede en su familia. Las rígidas estructuras sociales de la Catalunya de finales del XIX y principios del XX, y la ambición de aquellos que anhelan la fortuna de los señores Castells, asfixian a cualquiera que se salga de las normas preestablecidas.






CON SIETE AÑOS YA SE TRABAJABA


El paternalismo de los propietarios se manifiesta en el control económico (por emplear a todos los miembros de la  familia), físico (proporcionándoles un piso drento de las murallas de la colonia) y ideológico (a través del director y del cura que se convierten en los guías morales de los trabajadores).
El año  1891 se publicó un artículo intitulado “El feudalismo en las fabricas” Los obreros entran rezando y salen rezando. Hay  un cura y ocho monjas. Los niños entran a trabajar a los siete años. Los sabados el  patrón paga y después v ulve a él a través de la tienda de comestibles, del café, el horno de pan, los pisos y el estanco.
Otra visión dice que las viviendas no eran peores que las habituales a la zona y que no en todas las colonias se practicaba la desmonetaritzación. Y que las tiendas eran de gran ayuda porqué debido a las largas jornadas laborales no podían ir al pueblo más cercano, y que los productos eren más baratos que en el pueblo.

En 1873 la edad mínima legal para trabajar era de 10 años, però a los 7 muchos niños ya trabajaban. En 1900 se prohíbe el trabajo nocturno a menores de 17 años; Se regula en un máximo de 48 horas semanales para menores de 18 y de 66 para las mujeres y  tres semanas de descanso por alumbramiento.  
 

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